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Prosas y Relatos



EL DIVINO PLACER DE ESCRIBIR

Tomo la taza con chocolate caliente y me dirijo a mi habitación, lugar íntimo de encuentro con mi yo interno, remanso de mi mundo interior. Busco mi lista de reproducción y dejo sonar una música relajante, es indispensable cuando quiero invocar mi inspiración. Junto a Larousse, mi cuaderno y mi pluma esperan ansiosos por mí, es hora de crear. Me acomodo en el sillón y corro la cortina para observar la belleza de la noche, amo su silencio y esa sensación de lejanía que me produce; lejanía y silencio que me transportan hacia ese apartado y etéreo lugar donde he de abrazarme con ella, mi musa. Durante el viaje voy tropezando con las hadas y duendes que habitan en el bosque oculto de mi imaginación: El amor, él siempre aparece de primero;el abrazo, el beso, el deseo, escoltas del anterior; el desamor y la tristeza, quienes suelen andar juntos; felicidad y amistad, recuerdos del pasado; el mar y la luna, guardianes de los enamorados; el alba, la lluvia, otoño y ocaso, alborozo de las miradas; la soledad y la espera, el adiós y la nostalgia, melancolías del corazón; y casi al final del camino… lo imposible, el tiempo y la muerte, tormento de las almas. Todos ellos se hacen presentes, anhelando reposar en mi libreta con sus mantas de rimas y sus cojines de fábula, bajo la lluvia incesante de mis letras desperdigadas.

Mientras preparo mis alas, las armoniosas notas de la Serenata de Schubert se esparcen en el aire, perfumando deliciosamente mis oídos. Tomo la pluma y alzo el vuelo hacia el lejano Olimpo donde me espera Erató, cómplice oculta de mis poéticas locuras.

Con el cuerpo en reposo y el alma desatada doy rienda suelta a mi sentir, trazando líneas con dirección al infinito, ese espacio mágico sin tiempo ni fronteras donde sólo logra llegar la alucinación de un poeta. Allí se transforman mis insomnios y desvelos en un coro de versos trasnochados, que, entrelazados, van armando con sus suaves notas las partituras de mi irreverente poesía, mientras disfruto en compañía de mi musa, bajo las melodiosas cuerdas de su cítara, el divino placer de escribir.


SOLILOQUIO

Después de tanto tiempo conviviendo contigo, hoy quiero hablarte a solas; necesito confesarte lo mucho que me pesas, lo terrible que ha sido cargar contigo sobre mi espalda por tanto tiempo. Me acostumbré a vivir bajo la sombra de tus miedos, tus traumas y tus innumerables rencores, esos que se fueron transformando en un cúmulo de amarguras y frustraciones.

Al fin he comprendido que es necesario sacarte de mi vida para poder reconstruirme. Ya no puedo más con tus recuerdos de infante malquerido, ignorado y desatendido. Pensé que con el tiempo podría crecer y transformar todas esas debilidades en fortalezas, pero no fue así, sigues siendo el mismo niño, te quedaste en el pasado, herido, sufrido y derrotado. A pesar de las maravillosas oportunidades que te ha brindado la vida, decidiste no crecer, no evolucionar. Has preferido seguir caminando con las rodillas rotas y las manos heridas, sin darte la oportunidad de sanar, olvidando que el rencor es un mal consejero que se alimenta de la desdicha.

No, ya no quiero seguir cargando contigo. Mientras no me desprenda de ti no he de encontrar mi camino. Quiero sonreírle a la vida y tú no me dejas, estás allí, adherido a mí como la hiedra a la roca, martillándome a cada instante tu terrible pasado, reabriendo tus heridas mientras se hace más profundo el pozo de tus amarguras. Pero, ¿qué es el pasado?, es un tiempo que ya se fue y nunca volverá. Es preciso soltarlo y dejarlo ir, pues… seguir atado a él es resignarse a no vivir. Hay que olvidar, perdonar y cerrar ciclos para avanzar y continuar sin ese pesado saco de recuerdos tristes que tanto nos lastima y nos limita. Nadie dice que es fácil, pero es necesario cuando el objetivo es encontrar la paz.

Hoy que anhelo conocer el amor, saborear la felicidad y abrazarme a la vida, entiendo que debo soltarte y dejarte ir, pues contigo colgado a mi espalda no podré hacerlo. Por eso, me aparte de ti, ya no tendrás cabida en mi vida. Hoy decido cambiarte por aquel niño que, en medio de sus pesares, recuerda que tuvo alguna vez un momento feliz; Ese que ha sido capaz de entender que las páginas escritas en nuestro libro de vida son historias que no se pueden borrar, pero se pueden superar cuando las asumimos como parte de nuestro aprendizaje. Ese es el niño interno que ocupará tu lugar a partir de hoy, y es con él con quien de avanzar y renacer… para comenzar de nuevo.

EN MEDIO DEL PUENTE
A la silenciosa mirada de mi madre.

Aquel domingo, me levanté a media mañana como siempre, con el delicioso aroma del cafecito recién colado; tomé el desayuno mientras escuchaba el trinar de los pájaros que me daban los buenos días; chachareé un poco con mis hijos, y luego de escuchar la misa matutina decidió tomar mi acostumbrada siesta. A mi edad avanzada se suelen invertir los relojes: se duerme de día y se piensa de noche. Un rato después, me recosté sobre mi olorosa almohada, que todavía conservó un poco la tibieza de la noche anterior, y en un abrir y cerrar de ojos entré en el túnel de mis sueños. Con los pies descalzos y las manos vacías, inicié mi viaje, ese que pensé sería sin retorno.No llevaba equipaje alguno, todo cuanto me pertenecía se iba quedando atrás, sólo me acompañaban mis vivencias, amores y recuerdos, esos que vagamente pasaban ante mis ojos como pequeños cortos de una película; pero, inexplicablemente, algo me detuvo en el camino y me quedé en medio del puente. No entiendo qué pasó, no sé qué hago aquí ni cómo llegué a este punto. No sé si es de día o es de noche, no recuerdo qué fecha es hoy. Por momentos oigo el trinar de los pájaros y el ladrido de algunos perros, todo lo demás me es extraño, sólo sé que atrás está la que hasta hace poco fuera de mi vida.Como un sutil silbido del viento logro escuchar algunas voces que repiten mi nombre como un eco en medio de las montañas y entre llanto y angustia me dicen que me aman y me gritan que regrese, que no me vaya. Frente a mí hay una luz intensa y blanca que ilumina lo que parece ser la entrada a ese lugar a donde iba a toda prisa, tal vez sea eso que llaman “el otro plano”, no lo sé. Desde aquí puedo observar los caminos recorridos, las páginas escritas y hasta las hojas rotas y lanzadas al cesto tantas veces. Hasta hoy no supe cuánto caminé y cuántos obstáculos superé, cuánto fuerte fui y todo lo que construí. Hasta este momento no advertí todo el amor que sembré y cultivé y los dulces frutos que coseché.Ahora, en medio del puente, creo entender que este es el punto de reencuentro consigo mismo. Aquí nos detenemos probablemente antes de cruzar esa delgada e imperceptible línea entre ser y dejar de ser y recibimos la última lección de este maravilloso paseo llamado vida. No niego que siento miedo, que quisiera regresar y expresar muchas cosas, pero… ¡qué decir que no haya dicho en casi un siglo de existencia! Tal vez sólo necesito una oportunidad para aceptar que mi historia ya está escrita y mi ciclo en esta senda ha concluido; pero, sobre todo, para agradecer a viva voz la maravillosa vida que tuve y que tantas veces le cuestioné a Dios, sin percatarme cuán afortunada fue. Hoy aprendió que en realidad nunca estuve tan mal como esperaba y que siempre se puede estar peor.Definitivamente el aprendizaje es eterno, con principio sin fin. Quizás también deseé pedir perdón a mis amores… si alguna vez les fallé; ayúdenme para que acepten la ley de la vida y me dejen partir en paz y sin tristeza, soltarme y despedirme con un “los amo” en los labios, pero… ya mi voz no tiene melodía, se apagó súbitamente como se extingue la llama de una vela abatida por el viento. Quizá siempre les manifesté y les hice sentir el inmenso amor que les di. sin percatarme cuán afortunada fue. Hoy aprendió que en realidad nunca estuve tan mal como esperaba y que siempre se puede estar peor. Definitivamente el aprendizaje es eterno, con principio sin fin. Quizás también deseé pedir perdón a mis amores… si alguna vez les fallé;ayúdenme para que acepten la ley de la vida y me dejen partir en paz y sin tristeza, soltarme y despedirme con un “los amo” en los labios, pero… ya mi voz no tiene melodía, se apagó súbitamente como se extingue la llama de una vela abatida por el viento. Quizá siempre les manifesté y les hice sentir el inmenso amor que les di. sin percatarme cuán afortunada fue. Hoy aprendió que en realidad nunca estuve tan mal como esperaba y que siempre se puede estar peor. Definitivamente el aprendizaje es eterno, con principio sin fin. Quizás también deseé pedir perdón a mis amores… si alguna vez les fallé;ayúdenme para que acepten la ley de la vida y me dejen partir en paz y sin tristeza, soltarme y despedirme con un “los amo” en los labios, pero… ya mi voz no tiene melodía, se apagó súbitamente como se extingue la llama de una vela abatida por el viento. Quizá siempre les manifesté y les hice sentir el inmenso amor que les di. Quizás también deseé pedir perdón a mis amores… si alguna vez les fallé; ayúdenme para que acepten la ley de la vida y me dejen partir en paz y sin tristeza, soltarme y despedirme con un “los amo” en los labios, pero… ya mi voz no tiene melodía, se apagó súbitamente como se extingue la llama de una vela abatida por el viento. Quizá siempre les manifesté y les hice sentir el inmenso amor que les di.Quizás también deseé pedir perdón a mis amores… si alguna vez les fallé; ayúdenme para que acepten la ley de la vida y me dejen partir en paz y sin tristeza, soltarme y despedirme con un “los amo” en los labios, pero… ya mi voz no tiene melodía, se apagó súbitamente como se extingue la llama de una vela abatida por el viento. Quizá siempre les manifesté y les hice sentir el inmenso amor que les di.

Ahora estoy en absoluto silencio, batiendo mis alas de somnolienta mariposa, con este ictus de ideas desteñidas y neuronas desintegradas que me ha dejado un amargo sabor a ausente presencia y un cúmulo de emociones encontradas, deseando sobremanera poder expresar estos sentimientos que hoy deambulan sin rumbo por los confines de mi pensamiento, pero consciente de que el telón comenzó a bajar y ya no hay regreso. Sí, estoy aquí, en medio del puente, con los pies cansados ​​y las manos talladas con las líneas del tiempo y el calor del fogón, pero desbordadas de incontables caricias, rogando que cambie la luz para proseguir mi camino, con la certeza de haber dejado una huella imborrable y la satisfacción de haber amado y haber vivido.

 














 

 







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